¿Qué decir de Arreola?
Hay algo que no puede pasarse por alto cuando se piensa en este escritor: la brevedad. Arreola es un autor obsesionado con dar trascendencia a lo pequeño. Una gran parte de su obra está dedicada a la narración breve: cuentos que crecen a saltos y desaparecen, prosas miniatura que quieren pasar por otra cosa, textillos apócrifos que intentan adjudicarse a otro autor, en fin, toda una caterva de engañosas nimiedades literarias que nos recuerdan que escribir es otra forma de jugar. Aun en los textos más amplios, como su novela La feria, Arreola se las arregla para hacer del mundo un modelo a escala, un pequeño universo donde este niño anciano y chocho se divierte con las criaturas creadas por su palabra. No es raro pensar en Arreola como un niño, qué otra cosa puede ser ese viejecillo acostumbrado a pasear por la plaza de Zapotlán vestido de frac y con baston de argentina empuñadura, qué cosa sino un infante (nada terrible) podría ser aquel abuelito que decía alegres disparates en las transmisiones del mundial o que aparecía en las aulas de la UNAM como un mago de circo rumano. Sin duda alguna, siempre será un deleite regresar a la edad de oro leyendo alguno de sus amables delirios.
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